PODER, HONOR Y GLORIA AL REY, A CRISTO

martes, 17 de noviembre de 2015

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El texto Jn 18,33-37 es el relato del proceso de Jesús ante Pilato. La reflexión sobre el tema de la realeza está presente en todo el episodio, incluso en la declaración de Pilato: «¡Aquí tenéis a vuestro rey!» (19,14). Ahora bien, la «pretensión» de ser Hijo de Dios (19,7) es demasiado elevada para los judíos; ellos prefieren que este Mesías sea crucificado, y, obrando de este modo, reniegan de la historia de Israel y de sus mismas expectativas: «No tenemos otro rey que el César» (19,15).
Esta perícopa representa el centro teológico del relato joáneo. Se confrontan aquí conceptos muy diferentes de realeza: Pilato tenía el concepto político-militar que se podía hacer un romano (v. 37), pero aparece también el teocrático y a la vez político de los judíos (w. 33ss); sin embargo, la realeza de Jesús pertenece a otra esfera: «no es de este mundo»; más aún, puede dejarse aplastar por éste y resultar, de todos modos, vencedora (v. 36).
Jesús es verdaderamente rey, pero no «de aquí abajo». Ha venido a este mundo a traer su Reino sobrenatural sin imponer su absoluta superioridad, asumiendo nuestra condición («para eso nací y para eso vine al mundo») para iluminarla con la luz de la verdad y hacer al hombre capaz de elegir el Reino de Dios.
La venida de Cristo obra, por consiguiente, una discriminación entre los que acogen su testimonio y los que lo rechazan. Es un testimonio verdadero sobre Dios -cuyo rostro revela Jesús en sí mismo- y, al mismo tiempo, sobre el hombre, tal como es según el designio del Padre («¡Ecce homo!»: 19,5): acogerlo significa entrar ya desde ahora en su Reino. En cambio, el que lo rechaza se somete al príncipe de este mundo (12,31): no es posible mantenerse en un escepticismo"} neutral como intenta hacer Pilato (18,38). Quien reconoce a Jesús como rey no se preocupa de triunfar en este mundo, sino más bien de escuchar la voz de su Señor y de seguirle (v. 37b), para extender aquí abajo su Reino de verdad y de amor.
Actualización

Poder, honor y gloria al Rey, a Cristo. Cristo Rey, reinando por siempre, permaneciendo en su trono, mientras los demás reyes se quitan y se ponen. Reyes pasajeros, con unos reinos de fronteras reducidas, con una historia tantas veces de final desastroso. Cuántos grandes personajes acabaron de mala o de vulgar manera. Cristo reinó ayer, reina hoy y reinará siempre... Rey de reyes, hoy nos rendimos a tus pies. Acepta el vasallaje de los hombres. También de los que no te reconocen, esos que tú has redimido con tu sangre. Reina, impera, manda. Nosotros queremos ser leales a nuestro Rey, que eres tú. Fieles vasallos de tu Reino de verdad y de vida, de santidad y de gracia. Reino de justicia, de amor y de paz.
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